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das Mystische 2.1

EL JUDÍO DE LINZ

EL JUDÍO DE LINZ

Curso de 1904-1905. ¿Quiénes son estos críos que muestran su pequeña personalidad a la mirada curiosa de la cámara? Ludwig y Adolf, Adolf y Ludwig. Aquí habitan los dos personajes, imprescindibles, de esta historia. Y, sin embargo, la biografía oficial señala que apenas si se rozaron: no hay pruebas –asegura- de que existiera ninguna relación entre ellos. De Wittgenstein, por ejemplo, se conservan sus notas escolares: es un estudiante bastante malo, un auténtico desastre. Y Hitler, por su parte, tampoco parece superarle: apenas aprenderá de uno de sus profesores, Leopold Pötsch, la semilla incipiente de la Weltanschauung, el atractivo nacionalismo Völkisch del movimiento pangermánico. Pero nada apunta, más allá de esta imagen, que nuestros protagonistas mantuvieran relación alguna.

Sin embargo, en la versión imposible de Kimberley Cornish, la cuestión se complica. La niñez compartida con el diablo, en las oscuras dependencias de la Realschule de la ciudad de Linz, parece cobrar vida. ¿Qué puede haber de cierto en esta inquietante pesadilla? Tertuliano, un teólogo que vivió en Cartago alrededor del año 200 de nuestra era, escribió a propósito del cristianismo: certum est, quia imposible; es decir: es cierto porque es imposible. Como todo en esta historia. La niñez compartida con el diablo en las oscuras dependencias de la Realschule de la ciudad de Linz, a sólo un paso del infierno. A apenas unos centímetros de ese rostro rígido, helado, que va alcanzando poco a poco el grado amenazante del enfado.

Al parecer, Ludwig habría traicionado a Adolf en el transcurso improbable de alguno de sus juegos infantiles. Y Adolf habría jurado venganza, infantil venganza, contra todos los judíos de la tierra. La historia, años más tarde, mostraría su lado más terrible a una humanidad ya acostumbrada al juego interminable de los actos terribles. Y Ludwig Wittgenstein, en la versión de Kimberley Cornish, habría ocupado un lugar destacado, desconocido, como inspirador original de una matanza.

La lista de actividades del bueno de Ludwig, a lo largo y ancho de su vida, provoca sin duda una ligera sensación de vértigo: filósofo, músico, ingeniero, arquitecto, matemático, lógico, soldado, jardinero, maestro, enfermero… Pero si seguimos la pista aventurada por Kimberley Cornish (The Jew of Linz, Wittgenstein, Hitler and their secret battle for the mind) todavía encontraremos un motivo más con el que seguir alimentando, aún hoy, nuestro desmedido asombro. Wittgenstein, según la escritora australiana, habría sido el quinto espía británico (Guy Burgess, Donald MacLean, Kim Philby, Anthony Blunt…) al servicio de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, surgido de las aulas de la Universidad de Cambridge: la vieja Sociedad de los Apóstoles, aristocráticos y comunistas, a las órdenes de José Stalin. Según esto, Ludwig habría inventado a la bestia por medio de una traición sospechosa y lejana; pero también habría colaborado en su destrucción milagrosa, definitiva, gracias a las artes místicas de la discreción y el silencio. El judío, el místico y el espía habrían compartido, por ello, el destino reservado a los grandes héroes. Y el famoso filósofo ocuparía allí un segundo plano, olvidado, apenas insignificante, eclipsado por las hazañas verdaderas del hombre.

7 comentarios

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Your weblog is so cool that I like it particularly a lot. As everyone understands respect is essentially the most important among people's life. Only respect every other to have along effectively and I think that leaving one's opinion is known as a behavior of respect.

la puta de tu hermana -

eres un payaso idiota dedicate a otra cosa pajero anda tira con alguien idiot 88

Enrique -

Y no podrías dejar alguna pista, C., así te sigo yo también a ti la pista? Y cómo va a importarme a mí que pases por aquí? Al contrario, no tardes...

c. -

Enrique: excepcional. No te conocía, me paso por aquí, si no te importa. Esta noche me iré a la cama dándole vueltas a lo cierto por imposible.

Magda -

Querido Enrique, gracias, te escribo un correo-e para pedirte tus datos y de inmediato te envio mi libro, que un erudito como tu lo desee leer me llena de emoción y agradecimiento. Muchas gracias.

Creeme que todos los días estoy aquí, no siempre comento pero tu blog es referencia diaria. Con mi café en mano te leo siempre.

Un abrazo.

Enrique -

¡Buenos días, Magda! ¡Cómo me gusta verte por aquí! Y, qué quieres que te diga, a mí todo esto del espía (hasta donde yo he rastreado las distintas biografías de Wittgenstein) no me cuadra nada. Pero, en fin, qué importa, al menos da para una historia interesante… Un beso fuerte, y ya me dirás cómo puedo hacer para que me mandes tu libro (que no se me ha olvidado).

Magda -

Qué interesante tu texto, Enrique. Había leido el de Clarin pero no tenía ya los detalles claros.

Qué cosas, pensar al filósofo del lenguaje como el quinto espía británico al servicio de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, según la escritora australiana, hace comprender determinadas circunstancias de ese segundo plano del que hablas.

Sin duda, del cielo a la tierra no hay nada oculto...